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 La vida a veces duele y mucho

“La vida a veces duele, a veces cansa, a veces hiere. No es perfecta, no es coherente, no es fácil. Pero a pesar de todo, la vida es bella”. Roberto Benigini

Nos hemos pasado la mayor parte de nuestra vida consumiendo el optimismo barato, ese en cual no puedes quejarte porque hay personas en peores situaciones que tú.  Ese en el cual no te puedes mostrar vulnerable porque automáticamente eres etiquetada como débil. Nadie nos educó para sentir y conectar con todo lo que nos puede causar dolor. Vivimos escapando de la RESONSABILIDAD de sentir, nos cuesta hacerlo.  Y cuando el caos se hace presente inicia la peor guerra, esa guerra con uno mismo, donde entra en juego lo que queríamos y ahora no tenemos. Salen todos esos demonios internos donde descubrimos en realidad quienes somos cuando todo está mal.

Desde el 2018 vengo luchando con sanar heridas de cosas que no vi venir en mi vida, de aceptar el caos y abrazarlo. De darme el permiso de derrumbarme, romperme e incluso perderme y no encontrar la salida. Me costó mucho reconocer lo rota que me he encontraba, me costó mucho ponerle nombre al caos, aceptarlo tal como es. Amar mis emociones oscuras e intensas no fue nada fácil. Verme y no reconocerme fue uno de los procesos más dolorosos que viví dentro del caos. Sencillamente quiero decirte que la vida real cualquiera puede vivir con el caos.

He visto personas derrumbarse delante de mí y mostrar los frágiles que son, personas que han tenido que seguir cuando no quería o podían hacerlo. He conocido personas que lamentablemente la vida no ha sido fácil para ellos, pero han seguido y han salido del pozo de la tristeza. Siempre salimos, los procesos dolorosos parecen tener fecha de caducidad. Un proceso donde la tarea es descubrirnos y reconocer que estamos muy lejos de ser perfectos.

El caos puede ser demoledor en muchas ocasiones, pasar por él es morir emocionalmente y todo aquel que ha tenido que pasar por la muerte emocional sabe de qué les hablo. Pero la vida es así, morir para seguir viviendo. Creo que tenemos que morir emocionalmente en muchas ocasiones para sacar la mejor versión que llevamos dentro. Una versión donde comenzamos a poner nuestro propio sentido a nuestra vida. Donde reconocemos que a pesar de todo romperse en algunas ocasiones es parte esencial de la vida.

Sé que vivimos en una cultura donde emocionalmente no estamos educados para sentir, hemos tenido que aprender las emociones sintiéndolas, conectado con ellas y dándoles un espacio en nuestra vida para descubrir quienes son ellas. Y así vamos conectado con todo lo que somos y con todo lo implica vivir hoy en día.

Cuando el caos se instala en nuestra vida, solo nos toca recibirlo. Claro, decirlo se dice fácil. A mí me costó casi dos años entender que dentro de mí había muchas heridas sin sanar y muchas carencias emocionales que debería responsabilizarme lo más urgente posible. Asimilarlo es doloroso, responsabilizarse de ello le llamo amor propio y eso es muy terapéutico. 

Cuando lidias con el caos entendemos que es parte de la vida, claro a nadie le gusta estar mal y hoy en día la tristeza sigue siendo una de esas emociones que cuesta aceptar. La vida puede cambiar tanto en un segundo que ese proceso de adaptación implica soltar cosas, dejar ir algunas personas y nuestra naturaleza nos lleva siempre a retener. Todo eso nos lleva a vivir en conflicto, intentando entender porque la vida es tan dura con nosotros. Y quizás la vida no sea tan cruel como parece, comparado lo duro que somos con nosotros mismos en nuestros peores. Yo lo he sido conmigo y ahora entiendo todo lo que me necesité cuando me culpaba o me juzgaba duramente.

Luego te das cuenta de que no todo es color de rosa, que no eres solo tú quien intenta entender un poco la vida. Y lo mejor es no entenderla, porque en la vida no hay mucha coherencia. En la vida hay; dolor, tristeza, amargura, pérdidas, muchas decepciones, pero también hay alegrías, logros, felicidad, placer, éxito y amor. Y todo lo que hemos vivido suma parte de quienes somos hoy en día. No es solo apreciar lo bueno es reconocer que esas cosas malas sirven de experiencias.

Y sí ahora no estás pasando por tu mejor momento solo te puedo decir, los procesos requieren tiempo, un tiempo que no se mide por el reloj cronológico, es el tiempo del alma cuando nada duele.

Para sanar es necesario conectar con el dolor, no apegarnos a él, sencillamente reconocer desde la raíz que hay detrás de aquello que tanto nos cuesta sentir. El caos es una oportunidad para cambiar desde adentro, soltar y liberarnos de aquellas cosas e incluso personas que ya no necesitamos tener en nuestra vida.

Todos tenemos carencias emocionales y al final eso nos ayuda a entender que siempre debemos trabajar en nosotros, cicatrizar y sobre todo ocuparnos un poco más de nosotros. La vida es cambio y esos cambios es parte de crecer, evolucionar y de seguir descubriéndonos. Somo una obra de arte que necesitamos ser pulidos con mucho, amor propio.

La vida a veces duele y ese dolor no es para destruirte. A veces no recibimos lo mismo que damos y mucho menos nos valoran como nosotros lo hacemos. A veces parece que nada tiene sentido y cuesta entender dónde nos perdimos del todo. No olvides que todo son etapas, las dulces hay que disfrutarlas y las malas vivirlas.

El pasado siempre será parte de quien una vez fuimos en el ayer, quizás ese pasado te hace sentir que nada tiene sentido y que salir de ahí cuesta. El paso para darle otro sentido a nuestra vida inicia queriendo darle otro sentido a nuestra vida. Un paso de asumir que merecemos una vida donde el dolor no sea el protagonista.

Abraza tu dolor, quizás nos toque seguir un buen tiempo con algunas heridas, sanarán cuando tengan que sanar, deja de ponerte tiempo para estar bien. Es válido estar mal en algunas ocasiones de la vida.

Alexa ❤

Imágenes: Adobe Stock

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Escrito por

Alexa Dacier

Alexa Dacier / Psicología / Terapeuta sexual y de pareja
Todos necesitamos donde apoyarnos cuando emocionalmente creemos que no podemos más.

Aquí nos damos el permiso para:
Sentir.
Soltar.
Amar.
Aprender a poner límites.
Reconstruir nuestros vínculos afectivos.
Sostener relaciones sanas.
Aplicar la autocompasión.
Cambiar el dialogo interior.