
No es sentir el problema. Es lo que hacemos con lo que sentimos
Te lo han repetido tantas veces que casi te lo creíste: “No llores”, “No exageres”, “No te lo tomes tan personal”.
Y entonces aprendiste, sin querer, a hacer justo eso: a no llorar, a parecer fuerte, a fingir que no te afectan las cosas que sí te rompen por dentro. Aprendiste a tragarte el nudo en la garganta, a secarte las lágrimas antes de que alguien las viera, a maquillarte la tristeza y a seguir sonriendo como si nada dentro estuviera sangrando.
Pero hoy quiero decirte algo con toda la claridad y el cariño del mundo: no es sentir lo que te está rompiendo. Lo que duele de verdad es tener que sentir sola, sentir en silencio, sentir sin saber cómo sostenerte.
Sentir no es una debilidad. Sentir es humano.
El problema no es la emoción. El problema es que crecimos aprendiendo que para ser queridas, para ser fuertes, para ser “buenas”, había que dejar las emociones en la puerta.
Nadie nos enseñó qué hacer con el miedo cuando llega y se te instala en el pecho.
Nadie nos explicó cómo sostener la tristeza sin hundirnos o cómo mirar la rabia sin convertirla en culpa. Crecimos sin aprender qué hacer con lo que sentimos. Entonces hicimos lo único que sabíamos: reprimir o desbordarnos. Callar o explotar. Fingir que no pasa nada o sentir que todo nos aplasta.
Sentir no mata. Lo que mata es el silencio.
Sentir no te rompe.
Lo que rompe es cerrarte por dentro, es apretar los dientes tantos años que un día, sin avisar, todo se desborda.
Lo que enferma no es llorar. Es no haber llorado a tiempo.
Vivimos en una sociedad que no tolera lo incómodo: te preguntan si ya estás bien, si ya volviste al trabajo, si ya superaste esa ruptura. Pero casi nadie pregunta: “¿Cómo estás de verdad? ¿Qué parte de ti te duele hoy?”
Se nos exige producir, avanzar, “superarlo”. Como si sentir fuera una distracción. Como si la tristeza se solucionara con productividad o la ansiedad con fuerza de voluntad.
Y por eso muchas mujeres llegan a consulta con una frase que se repite:
“No entiendo por qué estoy así, si tengo todo para estar bien.”
Y yo siempre respondo lo mismo: sentir no se resuelve con razón. Sentir se acompaña.
El problema no es la emoción. Es quedarte sola dentro de ella.
- El problema no es la ansiedad.
Es la vergüenza que sientes por tener ansiedad y no contarlo. - El problema no es sentirte triste.
Es obligarte a sonreír para que nadie se incomode con tu dolor. - El problema no es estar enfadada.
Es guardarte todo, acumularlo y convertir la rabia en autoataque.
Lo que nos rompe no es sentir mucho.
Es no saber qué hacer con todo eso que sentimos, y creer que tenemos que cargarlo sin molestar a nadie.
Entonces… ¿qué hacemos con lo que sentimos?
A veces lo negamos: “Estoy bien, no pasa nada”.
A veces lo racionalizamos: “No debería sentir esto, no tiene sentido”.
O lo desplazamos: nos duele algo profundo, pero discutimos por cualquier cosa pequeña.
Y otras veces, desaparecemos dentro de lo que sentimos.
No desapareces físicamente, sigues trabajando, cuidando, sonriendo.
Pero por dentro ya no estás.
Dejas de sentirte en tu cuerpo, en tu vida, en tus decisiones. Vives en automático. Respiras, pero no habitas tu propia vida.
Desapareces cuando…
- estás rodeada de gente, pero te sientes sola,
- ya no sabes qué necesitas, solo sabes que estás agotada,
- la tristeza no es una emoción, es tu identidad,
- la ansiedad decide por ti qué hacer, a quién ver, qué evitar,
- lo que sientes pesa más que quien eres.
Ahí no duele sentir. Ahí duele estar sola con lo que sientes.
Aprender a no desaparecer en lo que sientes
No desaparecer no significa estar siempre bien.
Significa estar presente, incluso cuando todo dentro duele.
Es poder decirte: “Esto me está doliendo, pero sigo aquí. No voy a abandonarme.”
Aprender a no desaparecer es:
- sentir sin juzgarte,
- llorar sin disculparte,
- sentir rabia sin destruirte,
- hablar sin miedo a que te llamen dramática o exagerada.
Es sostener tu propia mano cuando nadie más puede hacerlo.
Es mirarte con ternura, incluso cuando estás rota.
Sentir y sostener: el equilibrio que nadie nos enseñó

En consulta lo repito todo el tiempo:
Sentir sin sostenerte es ahogarte. Pero sostenerte sin sentir es anestesiarte.
Necesitamos ambos. Sentir. Y sostenernos.
Y sostenerte no siempre es algo grande. A veces es tan simple y tan valiente como:
- ducharte aunque no tengas fuerzas,
- abrir la ventana para dejar entrar aire nuevo,
- escribir lo que sientes en una hoja que nadie verá,
- decirle a alguien “¿puedes escucharme sin querer arreglarme?”,
- ir a terapia y permitirte hablar en voz alta de tu dolor.
Sostenerse también es saber decir: “Hoy no puedo con todo, pero puedo conmigo. Y eso ya es suficiente.”
Porque sentir también es sanar
Sanar no es dejar de sentir tristeza, miedo o ansiedad.
Sanar es aprender a sentir sin desaparecer.
Sanar es permitir que la emoción pase por ti sin que te destruya por dentro.
No puedes sanar lo que niegas.
No puedes acompañarte si sigues huyendo de ti misma.
Sanar también es elegir no quedarte a vivir en el dolor para siempre.
Es mirar tus heridas con compasión, pero no hacer de ellas tu hogar permanente.
Es honrar lo que viviste sin quedarte atrapada ahí.
¿Y si empezamos por aquí?
📍 Haz esto contigo hoy:
- Nómbralo. Las emociones que se nombran dejan de ser monstruos invisibles.
- Valídalo. Lo que sientes tiene sentido con tu historia. No eres exagerada.
- Exprésalo. Escríbelo, háblalo, llóralo, dibújalo. Lo que no sale, se queda.
- Acompáñate. No te escondas de ti. Sé esa persona que se queda, incluso cuando estás rota.
- Pide ayuda si te pesa demasiado. No naciste para sostener el mundo sola.
No desaparezcas
Quizá hoy te sientes cansada, vacía o rota.
Pero sigues aquí. Respirando. Y eso ya es un acto de resistencia.
No estás fallando por sentir demasiado.
No estás rota por no poder con todo.
El problema no es lo que sientes.
El problema es que aprendiste a vivir sin permitirte sentirlo de forma segura.
Así que si hoy necesitas un recordatorio, que sea este:
No desaparezcas en lo que sientes. Quédate. Abrázate. Tú eres tu hogar, incluso cuando hay tormenta.
“El corazón no se rompe por sentir. Se rompe cuando hacemos silencio, cuando nos negamos a acompañarnos en lo que sentimos.”

Con cariño: Alexa Dacier