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Hay algo que casi nadie dice en redes sociales cuando hablan de amor:
Estar en una relación donde la salud mental es un tema central no es romance, ni inspiración, ni solo “aprendizaje”. Es trabajo emocional. Es cansancio. Es amor real o ausencia de él. Es sostener y sostenerte.

Muy pocas personas se atreven a decirlo porque la mayoría de los discursos sobre amor están atravesados por frases bonitas, soluciones fáciles y consejos vacíos. Pero cuando tu pareja vive con ansiedad crónica, depresión recurrente, TDAH, trastornos del sueño, adicciones o cualquier diagnóstico psiquiátrico, el amor adquiere otro peso, otra responsabilidad y otra velocidad.

Y la cruda realidad es que casi nadie te prepara para eso.

El silencio de quienes aman en estas condiciones

Hay personas que aman en silencio. Personas que están agotadas emocionalmente y aun así siguen sosteniendo la relación porque aman de verdad.

Personas que se sienten avergonzadas de hablar de lo que ocurre dentro de su casa por miedo al juicio, a la crítica o a que les digan:
“Ahí no deberías estar.”

“Eso no es amor.”

“Tú puedes con alguien mejor.”

Pero las cosas no son tan simples.

Cuando amas a alguien que está luchando con su mente, no estás solo con una pareja; estás conviviendo con su historia, con sus heridas, con su dolor, con su química cerebral, con sus patrones de supervivencia, con sus recaídas, con sus silencios, con sus noches sin dormir, con sus días sin energía y con sus días de demasiada energía.

Nadie te dice eso cuando te enamoras.

El peso de la salud mental en la vida cotidiana

No se trata solo de acompañar.

No se trata solo de “entender”.

A veces se trata de reencontrarte cuando te has perdido acompañando al otro.

Cuando hay ansiedad, puede haber miedo a todo: a fallar, a ser abandonado, a no ser suficiente.

Y tú estás ahí, intentando no activar más miedo.

  • Cuando hay depresión, puede haber días donde la persona no puede levantarse, no puede hablar, no puede estar presente.
    Y tú estás ahí, tratando de no desaparecer contigo.
  • Cuando hay TDAH, puede haber impulsividad, olvidos, cambios bruscos de energía, hiperconcentración en lo que no es importante, desregulación emocional.

Y tú estás ahí, tratando de no convertirte en su asistente ni en su madre.

  • Cuando hay adicciones, hay un tercero en la relación: la sustancia.
    Y tú estás ahí, tratando de no perderte mientras luchas por alguien que a veces no puede luchar por sí mismo.
  • Cuando hay insomnio crónico, la noche se hace eterna, el día se vuelve pesado y la vida se siente cuesta arriba.
    Y tú estás ahí, intentando sostener lo cotidiano mientras la otra persona apenas puede sostenerse.

Esa es la pregunta que casi nadie hace.

La culpa de querer estar y la culpa de querer irse

Estar en una relación donde la salud mental es parte de la ecuación no te convierte en “salvadora” ni en “víctima”.
Pero la culpa aparece igual.

  • Culpa cuando te cansas.
  • Culpa cuando hablas.
  • Culpa cuando piensas en dejar la relación.
  • Culpa cuando te dices “yo también necesito que me cuiden”.
  • Culpa cuando pones límites.
  • Culpa cuando no puedes sostener todo.

Y esa culpa es real.

Pero también es real tu humanidad.

Tú también tienes derecho a la calma.

Tú también tienes derecho a sentirte acompañada.

Tú también tienes derecho a hablar de lo que esto pesa.
Tú también tienes derecho a soltar si mantenerse está destruyéndote.

No todo amor se salva.

No todo amor se queda.

No todo amor cura.

Pero todo amor merece ser mirado con honestidad.

Lo que nadie te enseña: el autocuidado dentro del vínculo

Para sostener una relación donde la salud mental es protagonista, tú necesitas sostenerte primero.

No desde la frialdad.

No desde la distancia.

Sino desde el cuidado interno, ese que dice:

“Yo también importo.”

Aquí algunas verdades que a veces duelen, pero salvan:

  1. No puedes ser terapeuta de tu pareja.
    Tu rol es amar, no diagnosticar, corregir o salvar.
  2. Necesitas una red de apoyo fuera de la relación.
    No puedes cargar con todo sola.
  3. Pedir ayuda no es traición.

Es sostener tu salud mental.

  • Poner límites no significa dejar de amar.
    Significa amar sin destruirte.
  • El amor no es suficiente si no hay compromiso con el tratamiento.
    Sin tratamiento, el amor se desgasta y se rompe.
  • Puedes amar a alguien y decidir no quedarte.
    Eso también es amor.

Cuando la relación se convierte en aislamiento

Hay una forma de dolor que se vive en silencio:
el aislamiento emocional.

Cuando tienes miedo de contar lo que ocurre.

Cuando no quieres que juzguen a tu pareja.

Cuando no quieres que tu familia opine.

Cuando sientes que nadie entendería.

Cuando cargo y amor se confunden.

Cuando te quedas sola sosteniendo todo.

Ahí, poco a poco, te vas alejando del mundo.
Y eso duele. Mucho.

La relación necesita aire.

La relación necesita mundo.

La relación necesita comunidad.

La relación necesita más voces que la tuya sosteniendo.

Porque si no, tú dejas de existir dentro de ella.

Entonces, ¿se puede amar así? Sí. Pero no sola.

Se puede.

Se puede amar a alguien que lucha.

Se puede construir calma en medio del caos.

Se puede crear un hogar donde ambas personas se sientan seguras.

Pero no se puede si tú no estás incluida, si tú no estás cuidada, si tú no estás escuchada.

Amar no debe costarte la salud mental.

Si lo está haciendo, ahí hay algo que revisar, acompañar, tratar, hablar… o soltar.

A veces el amor es quedarse.

A veces el amor es acompañar.
A veces el amor es esperar.

A veces el amor es soltar.

Lo importante es que no te abandones a ti en el proceso.

No estás sola si estás viviendo esto.

No eres débil por cansarte.

No eres mala por cuestionarte.

No eres egoísta por necesitar sostén.

Tu salud mental también importa.

Tu corazón también merece descanso.

Tu vida también merece ser vivida.

Con cariño,

Alexa Dacier

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Alexa Dacier

Alexa Dacier / Psicología / Terapeuta sexual y de pareja
Todos necesitamos donde apoyarnos cuando emocionalmente creemos que no podemos más.

Aquí nos damos el permiso para:
Sentir.
Soltar.
Amar.
Aprender a poner límites.
Reconstruir nuestros vínculos afectivos.
Sostener relaciones sanas.
Aplicar la autocompasión.
Cambiar el dialogo interior.