
Cuando Parece que no avanzas: Sostenerse a tu ritmo propio
A veces la vida se vuelve un espejo incómodo. Un feed de redes sociales, una reunión, un grupo de amigos. Todo parece moverse, avanzar, reinventarse. Nuevos trabajos, mudanzas, viajes, relaciones que empiezan, metas alcanzadas, logros celebrados. Y tú, mientras tanto, mirando todo desde el mismo lugar de siempre, preguntándote qué te pasa, por qué no puedes avanzar como los demás, por qué parece que te has quedado estancada en una especie de pausa indefinida que no termina nunca.
Este es el lado menos visible de los procesos de sanación: el estancamiento, la duda, el cansancio, la aparente falta de movimiento. Es el espacio donde muchas personas sienten que han fallado, que no están “avanzando”, que no tienen derecho a sentirse orgullosas de sí mismas. Es el espacio donde la autocrítica se vuelve cruel y la comparación con los demás parece inevitable.
Pero quiero decirte algo que quizá nunca nadie te dijo: estar en pausa también es parte del proceso. Quedarse en el mismo lugar, sentir que no avanzas, preguntarte si lo que haces tiene sentido… todo eso también es sanar. Y, aunque duela, aunque no luzca bien en las fotos, aunque no se celebre socialmente, es un acto de valentía y amor propio.
El cansancio de sostenerse (y no poder contarlo)
Hay una especie de cansancio que va más allá del cuerpo. Es ese cansancio emocional que arrastras cuando llevas tiempo sobreviviendo, intentando entenderte, lidiando con lo que te duele. Es agotador sostenerte cuando el resto espera que “ya deberías estar bien”, cuando te presionan para avanzar y mostrar tu mejor versión. Es duro explicarle a los demás (y a ti misma) que no es falta de ganas, que no es pereza, que es simplemente un proceso mucho más profundo: el de reconstruirte por dentro.
Nadie aplaude los días en los que solo puedes respirar. Nadie celebra que hayas logrado salir de la cama o hayas podido darte una ducha cuando el alma pesa toneladas. Nadie ve el trabajo invisible de sentarte contigo misma, mirar de frente tus heridas y darte el permiso de sentirlas, llorarlas, digerirlas.
Y es que, en una sociedad que idolatra la productividad, el crecimiento constante y los cambios visibles, tomarse una pausa puede parecer una derrota. Pero, querida, pausar también es moverse. Sostenerse, a veces, es la única manera de no romperse por completo.
Ver a los demás avanzar… y sentirte atrás
Es fácil mirar alrededor y pensar que todo el mundo lo está logrando menos tú. Las redes sociales amplifican esa sensación: imágenes de éxitos, de alegría, de “vidas resueltas”. Y en comparación, tu vida se ve pequeña, detenida, gris. Pero lo que no vemos —lo que nadie muestra— es todo lo que hay detrás de cada foto, cada logro, cada paso adelante. Todos, en algún momento, se sienten perdidos, inseguros, atascados.
Es completamente humano sentir tristeza, frustración o envidia cuando los demás avanzan y tú no. Lo importante es no dejar que esa comparación defina tu valía. Tu historia, tu dolor, tu ritmo y tu proceso merecen respeto, aunque sean lentos, aunque parezcan invisibles. La vida de los demás no es tu vara de medir. Solo tú sabes todo lo que te ha costado llegar hasta aquí, lo mucho que te pesa lo que arrastras, el esfuerzo que pones en simplemente seguir existiendo.
Sostenerse: el arte invisible de la reconstrucción
Sostenerse es mucho más que resistir. Es darte el permiso de sentir lo que nunca te atreviste a sentir. Es validar el cansancio emocional que viene de sobrevivir a días grises, a heridas viejas, a despedidas sin cierre. Es elegir quedarte, aunque no sepas hacia dónde ir, aunque a veces tu único logro sea seguir aquí.
Hay días en los que no puedes ser tu mejor versión. Días en los que tu mayor acto de amor propio es aceptar que solo puedes estar de una forma frágil, honesta y lenta. No tienes que explicar ese cansancio, ni justificar tu pausa, ni comparar tu proceso con el de nadie. Recuerda: sostenerse también es avanzar.
Quizá lo que parece inmovilidad por fuera, por dentro es un movimiento inmenso. Procesar, llorar, descansar, parar. Reaprender a cuidarte. Nombrar lo que dolió y lo que aún pesa. Sentirte digna aunque estés triste. Abrazar la vulnerabilidad como parte de tu humanidad.
Claves terapéuticas para días de pausa
1. Valida tu experiencia: Tu cansancio, tu tristeza, tu miedo a quedarte atrás… todo es legítimo. No te juzgues por sentirte así.
2. Habla con alguien de confianza: A veces, ponerle palabras a lo que te pasa te ayuda a entenderlo y aliviarlo. No tienes que cargar sola con todo.
3. Practica el autocuidado real: No se trata solo de baños de burbujas o meditación, sino de escuchar a tu cuerpo, descansar, permitirte no hacer nada útil por un rato.
4. Limita la comparación: Cada vez que te sorprendas comparándote, recuérdate que no conoces toda la historia de nadie. Y que tu camino es tuyo.
5. Agradece los pequeños logros: Levantarte, comer, pedir ayuda, escribir cómo te sientes… todo cuenta. Cada gesto de autocuidado suma.
6. Pon límites a la autoexigencia: No tienes que estar bien todo el tiempo. No tienes que “salir adelante” según las expectativas de otros.
7. Permítete empezar de nuevo: Cada día es una oportunidad para cuidarte diferente, para sentirte, para intentarlo otra vez, aunque sea en pequeño.
Carta para cuando sientas que no puedes más
Querida tú:
Sé que estás cansada, que a veces te duele verte tan quieta mientras el mundo corre. Sé que te da miedo que se te pase la vida esperando el momento perfecto para volver a moverte. Pero no te juzgues. No eres menos valiosa por ir más lento, por necesitar una pausa, por estar sanando de cosas que nadie ve.
Permítete sentir, llorar, parar, descansar. Permítete sentirte perdida sin miedo a quedarte ahí para siempre. Esto también va a pasar, y un día mirarás atrás y verás cuánto creciste en este tiempo de quietud.
El mundo seguirá avanzando, sí, pero tú no tienes que demostrarle nada a nadie. Tienes derecho a ir despacio, a cuidarte, a honrar tus ritmos.
Sostenerte, aunque nadie lo celebre, es tu mayor acto de amor.
Con cariño y mucha compasión,
Alexa Dacier 💜
Y si todo lo que has hecho hoy fue sostenerte, entonces hiciste suficiente.
Si hoy solo pudiste respirar y no rendirte, si hoy tu único logro fue quedarte, aunque fuera en silencio, si hoy solo supiste estar para ti en lo más básico… también estás sanando.
Que nadie te diga que no es suficiente. Que nadie te convenza de que solo vale avanzar, producir, lograr. La pausa también es vida. El estancamiento también es parte del viaje. Sostenerse es un arte. Y tú eres prueba de ello.
