¿Cómo sostenerme cuando la tristeza se instala?
Tienes derecho a sentirte triste. Y lo sé, la tristeza es la emoción que menos nos gusta sentir. En la cultura de positivismo y “tú puedes con todo”, se nos hace incómodo darle espacio a la tristeza y reconocer que ella tiene su funcionalidad.
No puedes evitar sentirte triste en algunas ocasiones, lo que sí puedes hacer es el aprender a transitar con ella y no hundirte cuando toca la puerta de tu vida.
No podemos eliminar las emociones “desagradables” que a veces evitamos sentir. Imagínate: Si eliminas la tristeza ¿Qué sentirás cuando te veas cara a cara con la pérdida de un ser querido, de una relación o de un estilo de vida que tanto te costó sostener?
Si eliminas la tristeza ¿Cómo podrás disfrutar de los momentos agradables que te regala la vida cuando el caos desaparece y la felicidad vuelve a visitarte?
Lo sé, sentir tristeza duele en algunas ocasiones. Llorar y vernos mal a veces nos derrumba y nos desestabiliza por un buen tiempo. No es lo mismo sentir tristeza que sentir felicidad.
No es lo mismo sentir plenitud que sentir desconexión con la vida e incluso con una misma.
No es lo mismo sostenernos en la vida, que sentir que nos hundimos en ella.
El problema de la tristeza es como se nos enreda la vida con ella. Donde nos olvidamos de ver que hay otras cosas que siguen intactas cuando algunas áreas de nuestra vida se derrumban.
¿Qué hacer cuando estamos tristes?
Sentir, es lo único que podemos hacer. Y sentir a veces duele. Sentir es hacernos presente en nuestra vida y reconocer que a veces vivir no es tan lineal como creíamos, que hay pérdidas en la vida donde sentimos que nada tiene sentido.
Un bonito recordatorio, las emociones son temporales. Visitas que llegan para decirte algo y que luego necesitan irse. Se van para que sigas conectada con otras emociones y puedas vivir otras nuevas experiencias.
La gestión emocional se mide por todas las veces que te permites sentir lo que estás sintiendo: independientemente de lo incómodo que sea para ti sentir, necesitas darte el permiso de hacerlo.
Al final solo se trata de entender que lo que sentimos no nos define como persona. Habla de lo que no entendemos, de lo que nos duele, de lo que no sabemos gestionar, de nuestras heridas, de la forma que tenemos de ver la vida y sostenernos en ella en muchas ocasiones.
La oleada de emociones que podemos llegar a sentir en poco tiempo cuando la tristeza se hace presente es impresionante. Una tormenta emocional donde pasamos de una emoción a otra en un instante y eso no nos da la oportunidad de comprendernos, escucharnos, acompañarnos y estar ahí para una misma.
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Es impresionante que cuando no estamos bien físicamente hablando sabemos que ese dolor se irá. Una migraña se cura con un calmante, un dolor de espalda con alguna pastilla o haciendo reposo. Pero, el dolor del alma, de las emociones, se cura sintiendo, poniendo nombre a lo que duele y reconociendo la importancia de ocuparnos de lo que sentimos.
Sentir también nos produce miedo. Miedo a mostrarnos vulnerables, miedo a no poder con todo. Miedo a ser frágiles o débiles cara a los demás.
No tienes poderes mágicos, no puedes con todo, lo único que tienes son emociones. Y esas emociones sirven para direccionar tu vida. Para comprenderte y comprender a las personas que te rodean.
Permiso para sentir
Albergamos el dolor como una etapa que nunca terminará. Es mentira. El dolor, la tristeza, la angustia, la ansiedad, la inestabilidad emocional son fugaces y transitorias. Para irse necesitamos sentirlas y no huir de ellas. Al final huir de nuestras emociones es huir de nosotras mismas, de lo que queremos e incluso de lo que otros nos hacen.
Sufrimos porque nos cuesta aceptar las cosas que están pasando. Nos ponemos a luchar con lo que sentimos e incluso a sentir culpa por no estar bien. Tienes derecho a no estar bien en algunas ocasiones. Tienes derecho a transitar en el caos. De verdad, no quiero romantizar el dolor y venderte la tristeza como lo mejor que puedes sentir, pero es parte de la vida. Y cuando lo vemos así, es más “fácil” no entretenernos con lo que sentimos.
¿Por qué nos cuesta sentir?
La tristeza es vista como una emoción “negativa” y cuando algo es negativo queremos huir de ella lo más rápido posible. Nos enseñaron a satanizar la tristeza e incluso cuando una amiga o familiar no están pasando por un buen momento, nos abruma la idea de estar cerca de ellos. Nos cuesta vernos mal a nosotros mismos ¿Qué no será con un ser querido?
Cuando la tristeza nos sobrepasa, la vida se nos derrumba y perdemos el control de todo, nos creemos que somos lo que sentimos. Y de esa manera solo vemos nuestra vida desde la oscuridad y no desde la posibilidad de que lo que estamos sintiendo no puede definir lo que somos o aspiramos a ser.
Deja de resumir quién eres en lo que sientes. Lo que sentimos es pasajero, fugaz y transitorio. Pasará, tu esencia e identidad no.
En nuestra infancia, nos castigaban por llorar. Nos decían que llorar era malo. Teníamos que sonreír y de esa manera nos fuimos alejando de la tristeza y teniendo una desconexión con las emociones incómodas. Para evitar el drama o el rechazo evitamos hablar de lo que sentimos y no dejar en evidencia que a veces no estamos bien.
No necesitas cambiar tus emociones o hacer una lista de las únicas que quieres sentir. Lo único que puedes hacer es aprender a sumergirte en ellas para tratar de ver en el tu océano interior, que hay detrás de lo que sientes.
Tus emociones es la única vía que tienes para comunicarte contigo misma, escucharte, sostenerte y comprender las cosas que te afectan en la vida.
Amiga, estar tristes no habla de quién eres. Habla de las cosas que te duelen y tu capacidad de amar, entregarte y cuidar lo que te importa.
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Alexa Dacier
Psicóloga online / Terapeuta sexual y de pareja
Imágenes: Adobe Stock