
No eres tu diagnóstico (TDAH, depresión, ansiedad, bipolaridad, esquizofrenia): eres todo lo que sigues siendo a pesar de él
Hay algo que casi nadie te dice cuando recibes, o sospechas que podrías recibir, una etiqueta diagnóstica:
esa palabra se te queda pegada al cuerpo.
Te la dices por dentro.
Te pesa.
Te asusta.
Te da vergüenza.
Te hace sentir menos “normal”, menos funcional, menos valiosa, menos tú.
A veces, esa palabra —TDAH, depresión, bipolaridad, esquizofrenia, trastornos de ansiedad— se convierte en una sombra larga que te hace olvidar que antes de ese diagnóstico tú ya eras una historia completa. Tú ya tenías una vida, una voz, un ritmo, una sensibilidad, una historia familiar, una forma de mirar la vida… y nada de eso desaparece porque ahora un papel dice que tienes X o Y.
Pero lo entiendo: da miedo.
Da miedo que te etiqueten.
Da miedo que te juzguen.
Da miedo que esa palabra defina todo lo que eres o todo lo que puedes llegar a ser.
Y aún más difícil: da miedo nombrarlo en voz alta.
Como si al decirlo se hiciera “más real”.
Pero te lo voy a decir con la suavidad y la firmeza de quien acompaña procesos difíciles todos los días:
Un diagnóstico no es una sentencia.
Es un mapa.
Una puerta.
Un camino que se abre.
Las etiquetas pesan porque nos han enseñado a tenerles miedo
Durante años, las etiquetas diagnósticas han cargado estigmas brutales:
que quien tiene depresión es “débil”,
que quien tiene TDAH es “desorganizada”,
que quien vive con ansiedad “exagera”,
que quien tiene bipolaridad “no se controla”,
que quien tiene esquizofrenia “está perdida”.
Y esa violencia simbólica deja consecuencias reales:
silencio, vergüenza, culpa, aislamiento, miedo a pedir ayuda, miedo a hablar, miedo a mostrarse.
Yo lo veo en consulta todo el tiempo.
Mujeres que me dicen:
—“Es que me da vergüenza contar que tengo ansiedad; siento que debería poder conmigo”.
—“Alexa, tengo TDAH, pero no quiero que nadie lo sepa porque siento que me verán como incapaz”.
—“Me diagnosticaron bipolaridad, pero me cuesta hasta decírmelo a mí misma”.
—“Tengo un trastorno del ánimo y mi familia cree que exagero”.
Y en medio de todo ese miedo hay algo que casi nadie nota:
ese diagnóstico también es un alivio.
Porque por fin tiene nombre lo que te pasaba.
Porque ya puedes entender.
Porque ya puedes pedir ayuda.
Porque deja de ser tu culpa.
Pero claro… el alivio se mezcla con la vergüenza.
Y ahí es donde comienza el verdadero trabajo terapéutico.
No eres lo que tienes, eres lo que haces con lo que tienes
Esto quiero que lo leas con calma, sin prisa, respirando lento:
Tu diagnóstico no borra tu valor.
No borra tu historia.
No borra tu capacidad de sanar.
No borra tus sueños.
No borra lo que puedes construir.
No eres “la depresiva”.
No eres “la ansiosa”.
No eres “la bipolar”.
No eres “la del TDAH”.
No eres “la que tiene esquizofrenia”.
Eres una persona completa, compleja, sensible, humana…
que está aprendiendo a vivir con un sistema nervioso particular, con un cerebro particular, con una historia particular.
Eso es todo.
A veces, gestionar un diagnóstico se parece mucho a aprender a vivir con el clima del lugar donde naciste:
Si llueve mucho, llevas paraguas.
Si hace frío, te abrigas.
Si hace calor, hidratas más.
No peleas con el clima, aprendes a entenderlo, anticiparlo y cuidarte dentro de él.
Tus emociones, tu mente, tu cuerpo funcionan parecido.
No son un error:
son un territorio que necesita que lo conozcas.
Las etiquetas duelen cuando no conocemos la historia detrás
Tener TDAH no significa que seas irresponsable o incapaz.
La mayoría de las mujeres que acompaño con TDAH han tenido que desarrollar estrategias casi heroicas para sostener su vida, su trabajo, su maternidad, sus estudios.
Y nadie lo ve.
Nadie ve el esfuerzo invisible.
Nadie ve la lucha mental constante.
Nadie ve lo agotador que es tener que compensar todo el tiempo.
Tener depresión no significa que no quieras vivir.
Significa que tu neuroquímica, tus heridas, tu historia, tu agotamiento… necesitan un ajuste, una pausa, un sostén que nunca tuviste antes.
Tener bipolaridad no significa que seas inestable.
Significa que tu cerebro tiene picos emocionales que se pueden regular, entender, anticipar y acompañar.
Tener esquizofrenia no significa que estés “rota”.
Significa que necesitas una red más grande, más compasiva y responsable.
Significa que tu mente a veces se desorganiza, sí, pero también significa que puedes construir estructura, seguridad y calma con el acompañamiento adecuado.
Nadie elige sus diagnósticos.
Pero todos podemos elegir qué hacemos con ellos.
Terapia no es “arreglarte”: es darte permiso para volver a habitarte
A veces llegar a terapia es un acto de valentía.
Mostrarte.
Nombrar lo que te pasa.
Aceptar que necesitas ayuda.
Soltar el orgullo.
Quitar la máscara.
Decir “no puedo sola”.
Decir “quiero entenderme”.
Decir “quiero vivir mejor”.
Pero lo más duro suele ser esto:
Aceptar que quizás llevas años cargando sola un dolor que nunca debió ser solo tuyo.
Aceptar que esa etiqueta que tanto te pesa es solo una parte de tu historia, no tu identidad completa.
Aceptar que sanar implica acompañarte, reeducarte, tener paciencia contigo misma y dejar de exigirte perfección.
Y sí, lo sé: también da miedo empezar terapia porque tienes miedo de lo que encontrarás dentro.
Pero te lo digo desde mi experiencia como psicóloga y como mujer que también ha tenido que sostener caos, miedos, ansiedad y heridas:
Terapia no es un lugar donde te diagnostican para limitarte.
Terapia es un lugar donde te acompañan para que vuelvas a ser tú.
No necesitas sentirte “muy mal” para merecer ayuda
Hay personas que me dicen:
“Alexa, es que no estoy tan mal para ir a terapia”.
“Creo que otras personas lo pasan peor que yo”.
“Ojalá pudiera ir, pero siento que exagero”.
“No quiero molestar”.
“No quiero ser un problema”.
Y ahí está el error:
pensar que la terapia solo es para quienes ya se desbordaron.
No.
La terapia también es para quien está cansada.
Para quien está confundida.
Para quien se siente perdida.
Para quien siente que su diagnóstico le pesa.
Para quien está intentando sostenerlo todo.
Para quien quiere entender sus emociones.
Para quien está empezando a caer.
Para quien está empezando a levantarse.
No tienes que tocar fondo para pedir ayuda.
Puedes pedirla antes.
Puedes pedirla ahora.
El diagnóstico no te quita humanidad: te la devuelve
Porque un diagnóstico claro permite entenderte, no juzgarte.
Permite ponerte límites, no castigos.
Permite darte estructura, no vergüenza.
Permite construir un plan, no desear “ser otra persona”.
Cuando una persona por fin escucha una frase como:
“Tienes TDAH”.
“Tienes ansiedad generalizada”.
“Tienes depresión”.
“Tienes bipolaridad”.
“Tienes esquizofrenia”.
No siempre se rompe: a veces se ordena.
A veces respira.
A veces por fin dice:
“Ah… con razón”.
“Por fin entiendo”.
“Ahora sé qué necesito”.
El diagnóstico no te define.
Te orienta.
No te limita.
Te guía.
No te encierra.
Te abre caminos.
Y si te lo digo con esta claridad es porque lo he visto cientos de veces:
cuando una mujer entiende por qué se siente como se siente, deja de culparse y empieza a acompañarse.
Y si hoy estás aquí leyendo esto… te mereces acompañarte mejor
Te mereces alivio.
Te mereces claridad.
Te mereces comprensión.
Te mereces herramientas.
Te mereces un espacio seguro.
Te mereces entender tu historia sin vergüenza.
Y si sientes que ya no puedes sola, o que necesitas sostén emocional, o que quieres entender lo que te pasa, o que deseas un espacio terapéutico donde no se te juzgue ni se reduzca tu identidad a una etiqueta…
Estoy aquí.
Acompaño procesos difíciles.
Acompaño diagnósticos que pesan.
Acompaño historias que duelen.
Acompaño a mujeres que están cansadas de sostenerse sin ayuda.
Acompaño a quienes sienten que necesitan un lugar seguro donde entenderse.
Si lo necesitas, si lo deseas, si te nace:
puedes comenzar terapia conmigo.
Te acompaño con calma, responsabilidad, evidencia y mucha compasión.
Porque no eres tu diagnóstico.
Eres todo lo que sigues siendo —y todo lo que puedes llegar a ser— mientras aprendes a entenderte, sostenerte y sanar.
CON CARIÑO: Alexa Dacier
















