Tiempo de lectura: 4 minutos

Una guía para mujeres exigentes que han olvidado cómo hablarse con amor.

No es una exageración. Muchas veces, quien más daño nos hace no está afuera, sino dentro. Esa voz que no perdona errores, que repite “no haces suficiente”, que minimiza logros y amplifica fallos… Esa voz que no calla cuando necesitas consuelo, sino que te juzga aún más fuerte.

¿Te suena?
Si has sido criada para rendir, ser útil, cumplir y demostrar, seguramente conoces muy bien ese tipo de voz interna.
Pero lo que probablemente no te contaron es que esa voz también se puede educar.
Que no naciste para hablarte con crueldad.
Y que mereces habitarte desde la ternura, no desde la exigencia.

Tu diálogo interior no son solo pensamientos sueltos.
Es una narrativa que se repite cada día, a veces sin que te des cuenta.
Es la forma en que te explicas quién eres, qué mereces, cómo te relacionas con tus errores, tus límites, tu historia, tus heridas, tus traumas e incluso con  tu cuerpo.

👉 Cuando esa narrativa se vuelve hostil, no te estás corrigiendo. Te estás rompiendo.
👉 Cuando lo único que te dices es “deberías hacerlo mejor”, “no es para tanto”, “otra vez fallaste”… no estás creciendo. Estás sobreviviendo desde el miedo.

Muchas mujeres sobre todo las que son exigentes, responsables, fuertes para todos menos para ellas, arrastran esta forma de hablarse porque fue lo que aprendieron.
Porque confundieron exigencia con amor propio.
Y porque nadie les enseñó que también se puede avanzar con suavidad.

Esa voz que te juzga tan duramente no es tu enemiga, aunque a veces lo parezca.
Es una parte de ti que aprendió que había que exigirse para ser querida.
Que había que rendir para tener valor.
Que el error era peligro, y que fallar tenía un costo: el abandono, la crítica, el desprecio.

Esa voz crítica se construyó como un escudo.
Uno que en la infancia te protegió, pero que en la adultez te encierra.
Porque ya no necesitas hablarte desde el castigo para corregirte.
Puedes hacerlo desde el cuidado.
Desde la conciencia.
Desde el respeto por ti misma.

A veces creemos que hablarse con amabilidad es mentirse.
Pero no.
Hablarte bien no es decirte que todo está perfecto.
Es decirte la verdad sin romperte.

Es cambiar un “qué estúpida, otra vez lo hiciste mal”
por un “sé que querías hacerlo bien y te frustraste, vamos a entender por qué pasó”.

Es cambiar un “estás fallando en todo”
por un “hay muchas cosas que te están costando, pero eso no define tu valor”.

El tono cambia todo.
El mensaje puede ser el mismo, pero dicho desde la compasión, no te destruye.
Te acompaña. Te invita a reparar, no a castigarte.

Aquí tienes algunas señales de alerta que indican que tu voz interna puede estar haciendo más daño que bien:

  • Eres más dura contigo de lo que serías con cualquier otra persona.
  • Te cuesta reconocer tus logros, pero magnificas tus errores.
  • Sientes que nunca es suficiente lo que haces.
  • Vives con culpa, incluso cuando descansas o cuidas de ti.
  • Te hablas en tono agresivo, burlón, despectivo (“qué ridícula”, “qué floja”, “qué débil”).
  • No te permites equivocarte sin atacar tu valor como persona.

¿Te viste reflejada en alguna?
No para juzgarte más.
Sino para comenzar a cambiar el tono con el que te acompañas.

No nos enseñaron a hablarnos bonito.
Nos enseñaron a exigirnos.
A producir.
A demostrar.

Pero hablarte con compasión no te vuelve débil.
Te hace libre.
Porque cuando aprendes a sostenerte desde la ternura, ya no necesitas tanto reconocimiento externo.
Ya no vives buscando validación desesperada.
Y ya no te destruyes por no alcanzar lo inalcanzable.

La autocompasión no es autoindulgencia.
No es decir “todo vale”.
Es aprender a decir: “Estoy haciendo lo mejor que puedo con lo que tengo. Y aun si me equivoco, no dejo de ser digna.”

Aquí tienes algunas prácticas concretas para empezar a cambiar cómo te hablas:

1. Observa tu tono

Cuando cometas un error o estés en una situación difícil, haz pausa y pregúntate:

¿Esto mismo se lo diría a alguien que quiero?
Si la respuesta es no, reformúlalo.

2. Cambia el juicio por curiosidad

En lugar de decir “lo hiciste mal”, prueba con:

“¿Qué te llevó a actuar así?”
“¿Qué te faltó?”
“¿Qué necesitas ahora?”

3. Crea un mantra personal

Uno que puedas repetir cuando tu voz crítica se active.
Ejemplo:

“No soy mis errores. Estoy aprendiendo.”
“Mi valor no depende de lo que hago, sino de quién soy.”

4. Practica el diario terapéutico

Escribe lo que te dices y responde como si fueras tu mejor amiga.
Contrarresta la crítica con ternura.
Valida lo que sientes.
Reescribe tu discurso.

5. Celebra sin condiciones

No todo logro tiene que ser perfecto para merecer reconocimiento.
Aprende a decirte:

“Lo hice. Aunque me temblaba todo. Aunque tenía miedo. Lo hice.”

Si creciste pensando que solo eras valiosa cuando eras útil, fuerte o impecable…
es probable que tu diálogo interior esté contaminado de exigencia.
Pero no estás condenada a hablarte así toda la vida.

Puedes cambiarlo.
Poco a poco.
Con ternura.
Con conciencia.
Con valentía.

Y tú mereces construir una vida donde la voz más presente la tuya no te sabotee,
sino te abrace.

Con cariño Alexa Dacier

Written by

Alexa Dacier

Alexa Dacier / Psicología / Terapeuta sexual y de pareja
Todos necesitamos donde apoyarnos cuando emocionalmente creemos que no podemos más.

Aquí nos damos el permiso para:
Sentir.
Soltar.
Amar.
Aprender a poner límites.
Reconstruir nuestros vínculos afectivos.
Sostener relaciones sanas.
Aplicar la autocompasión.
Cambiar el dialogo interior.